Toda persona llega a distinguir a una persona especial que le hace sentir comprendida y aceptada y poco a poco se desarrolla entre ambos la amistad, la cual se da con más frecuencia entre personas del mismo sexo, debido a que existe un intercambio de experiencias y sentimientos similares.
Para tener y conservar un amigo, primero hay comprender que cada individuo es único e irrepetible y que el verdadero afecto implica respeto.
Cuando la amistad es verdadera, la reciprocidad siempre está presente. Si una persona es verdaderamente amigo o amiga dará lo mejor de sí –sin presionar ni ejercer autoritarismo o chantajear–, sólo por el placer de ser aceptada y respetada como es  Sólo entonces es posible decir que alguien tiene un "amigo íntimo", porque la intimidad no necesariamente se refiere a un acercamiento físico o sexual, sino a una relación interpersonal en la que cada uno reafirma su propio valor; por ejemplo, el afecto que se siente por un amigo o amiga, es recíproco; así, ambos saben que su amistad no se basa en aspectos superficiales o egoístas, sino en la sincera preocupación de uno por el bienestar del otro.
 Durante la adolescencia por lo regular se tiene un amigo o una amiga muy especial, con el o la que se convive más de cerca, tal vez una o un confidente a quien revelarle los más íntimos secretos, preocupaciones, esperanzas y deseos, sin temor al rechazo, lo cual es muy importante porque esos apegos ayudan a formar una identidad consistente y afrontar los cambios por los que se pasa durante esta etapa.


La amistad es de suma importancia para establecer la identidad personal; esto es, tomar conciencia de saberse y reconocerse distinto a los demás, es una lucha por "descubrirte a ti mismo". Ése es un proceso de maduración en el que los amigos desempeñan una función determinante, porque ser parte de un grupo que se distingue por ciertas características especiales proporciona un sentimiento de pertenencia e integración; evita la angustia de sentirse aislado, lo cual es perjudicial para cualquier ser humano.